Amilcar Boscan |
Resulta extremadamente significativo que la participación de Marc Anthony en American Idol se haya realizado con una canción en español y, más aún, con una Salsa. Veamos porqué.
No viene al caso discutir, como ha sugerido el amigo David Pabón en Facebook, si la causa de tan trascendente “perfomance” se debió a la ayuda de Jennifer López. Cualquiera que haya sido, dio lugar a beneficios que se extienden más allá de los que directamente se generaron para la pareja de marido y mujer.
Después de la familia Anthony López, el primer beneficiado del hecho artístico resultó la propia Salsa: un género musical que ha venido perdiendo espacio en el gusto de las nuevas generaciones, gracias a la mediocridad sostenida de disqueras, compositores, productores y cantantes: incapaces de atender las necesidades que reclama un público harto de las formas líricas y melódicas de siempre. Por esta razón es que la selección musical que escoge Anthony para su participación en “American Idol”, “Aguanile”, cubre de gloria y vigencia al coautor, arreglista y productor original de la misma: Willie Colón.
Para tan importante escenario (The American Idol) Anthony requería de una joya musical, nunca de una cancioncita rosa, o monga, como las que ha solido grabar a lo largo de su carrera. Por ello, inteligentemente, recurrió a quien con su obra ha dividido la historia de La Salsa en dos (antes y después): Willie Colón. Pero hay que otorgarle a Marc mucho mérito o reconocimiento, además del vocal, que lo tiene, pues al respecto pudo distinguir entre lo común y lo excepcional.
En la noche del “American Idol”, a Colón debieron llegarle, con mucha satisfacción, los alaridos de trombones que su colega Sergio George jamás se atrevió a modificar, sino a respetar literalmente tal y como en “Aguanile” él los concibió. No sé en qué lugar del mundo se hallaría Colón para entonces, sobre todo porque, pleno de facultades, se encuentra artísticamente muy activo entre América y Europa, pero estoy seguro que la Internet lo impuso del hecho.
Analizando la obra que de Colón seleccionó Anthony, es forzoso concluir que el arreglo de ésta, producto del ingenio del propio Willie, representa su mayor virtud. Digo esto porque el público millonariamente observador del evento era el angloparlante, que poco o nada entendió de la respectiva letra. Sin embargo, se entregó a la interpretación de Anthony con la misma fuerza que imponía su respectivo arreglo. Así, el tercer beneficiado del hecho artístico tratado, e implícitamente involucrado, resultó Willie Colón.
En cuanto a los fines y efectos de la presentación de Anthony, hay que evitar lecturas erróneas. El hecho de que la gran audiencia haya sido la norteamericana, no significa que necesariamente sea en este mercado donde repercutirá sustancialmente semejante “performance”. Quien resulta naturalmente cautivo de lo que ya es interpretado como una proeza es el público de Suramérica, incluyendo el llamado hispano, que hace vida en USA.
Por último, hay que advertir que no todo el balance es positivo: Aguanile ha dejado un sabor amargo entre la masa de medianos que a través de secuencias, samplers y otras artimañas sólo pueden concurrir a grabaciones de géneros y fusiones musicales para las que no se requiere talento. Éstos, viendo que La Salsa es música para talentosos de verdad, temen ahora por sus escaramuzas profesionales, sobre todo cuando la evidencia es demasiado clara: La Salsa vuelve por lo suyo. ¡“Quítate de la vía Perico!
Gracias Marc! Gracias Willie ! Ambos merecen nuestro reconocimiento.
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